Por Salvador Hernández LANDEROS.
Hoy cerramos el mes de marzo y en el resumen de las campañas políticas, lo sobresaliente fue el “tira tira” entre Clara Luz Flores y Adrián de la Garza.
Clara Luz, con la frase, “Las cosas como son”, arremetió contra Adrián y lo acusó de no haber actuado contra la corrupción de Rodrigo Medina.
Adrián reviró, difundió un video de Clara Luz con Keith Raniere, líder de la secta NXIVN. Mostró que ella mintió al negar que sí se había reunido con él.
La reacción de Clara Luz, fue “admitir con pena que sí se reunió con el citado personaje, pero que no había cometido ningún delito”, como lo hizo Adrián.
La candidata de MORENA a la gubernatura tiene razón. Mentir no es un delito, salvo se haga ante una autoridad, pero pecó en el Octavo Mandamiento.
De suerte que nuestras Leyes no son como en Estados Unidos, donde mentir es criminal. Bill Clinton estuvo a nada de perder el cargo por mentiroso.
Como sea, Clara Luz quedó como mentirosa. Sin respeto hacia la ciudadanía por solo admitir con pena lo que si había hecho. ¿Acaso no ha mentido más?
Se dice que “papelito habla”. Y para quitarle la imagen de mentirosa, la ciudadanía merece una prueba para que haya credibilidad y en Clara está.
Según videos, quienes se inscribieron en esa secta, se sometieron a un tatuaje como identidad. Eso es una prueba para tapar la boca a Adrián de la Garza.
Ella no necesita mostrar su cuerpo a la ciudadanía. Basta que lo testifique, no un notario porque están muy quemados. ¿Un médico o un sacerdote?
Quién con credibilidad puede testificar. Ni siquiera una mujer del INE por tratarse de un asunto electoral y porque AMLO ya los quiere correr. ¿Quién?