Por Salvador Hernández LANDEROS.
Al Partido Revolucionario Institucional, PRI, no lo han minado sus adversarios u opositores. De eso se han encargado los mismos priistas resentidos.
Las pugnas internas por el poder político y económico, lo han venido minando en las últimas tres décadas. A nivel nacional, con el crimen de Colosio.
En NL, el PRI vino abajo luego de la caída del gobernador Sócrates Rizzo y el arribo del sustituto Benjamín Clariond, con una alternancia pactada.
A partir de entonces crecieron los acuerdos e intereses entre PRI, PAN y otros poderes fáticos dentro de una burbuja denominada “Democracia”.
Entre los gobernadores priistas de Nuevo León hay un parteaguas. Antes y después de Sócrates Rizzo. Son 20 años, del 2003 al 2023, que vive el declive.
En esos 20 años, hubo dos gobernadores priistas, José Natividad González Paras y Rodrigo Medina. De ahí parte la desbandada y resentimiento.
Los priistas que gobernaron antes del parteaguas, septuagenarios y otros octogenarios aún vivos, saben que el PRI se “lo están acabando los priistas”.
No dicen nombres, pero se nota quiénes son. Los sesentones (nativistas) y los cincuentones (medinistas), que filtran información para el lodazal.
El quiebre del grupo, que inició en el 2003, se dio el 2015 y lo atribuyen a que “el alumno superó al maestro”, sobre todo, en afectos presidenciales.
Son muchos nombres los que mencionan cuando exponen razones por las que el PRI estaría en riesgo de perder su registro, al menos en NL, en el 24.
Y todo por “el poder y la avaricia”, en el que los “viejos” políticos le echan lado a los “jóvenes” que en su momento los desplazaron. O sea, si no soy yo, nadie.