Por Salvador Hernández LANDEROS.
Nati y Abel, en la política local, son dos tipos de cuidado. No son dejados.
Uno es técnico y el otro rudo. Ambos conocen de mañas y de marrullerías.
A uno le sobra perversidad política y el otro no se queda atrás. Tanto uno como el otro tienen grupo y capacidad para manejar el poder detrás del trono.
José Natividad González Paras y Abel Guerra Garza, tienen miles de kilómetros recorridos en política. Nati ya fue gobernador y Abel ha sabido gobernar.
Para el proceso electoral del 2021 ya tienen sus “gallos”. El de Abel está
definido y la opción es clara. El de Nati también y no es Ildefonso.
No es la primera vez que “cobijen” a un candidato que llegue a gobernador.
Detrás de Rodrigo Medina estuvo Nati. Abel lo fue con “El Bronco”.
Entre los estrategas o colaboradores de su grupo, Nati tiene a Rogelio Cerda Pérez, Rodrigo Medina, Jorge Mendoza, constructores y empresarios.
Por su parte, Abel cuenta con todo el equipo del actual Gobernador, los
amarres de éste y los alcaldes conocidos como periféricos y algún empresario.
Dicen “que el que tiene más saliva traga más pinole”, pero con Nati y con
Abel es en otro el sentido. Es más bien “todos ponen, o toma todo”.
Tanto Abel como Nati saben hacer alianzas. Es alta su capacidad negociadora.
Se sientan con el mismo “Diablo” a negociar para hacer sus amarres.
Desde hace meses han estado trabajando en lo oscurito. Eso de las reuniones entre Ildefonso, Adrián y Víctor, es una estrategia distractora, nada más.
Bueno o malo, negro o blanco. Positivo o negativo, rico o pobre. Es lo mismo que Nati y Abel o Abel y Nati. Sin ellos, Nuevo León, en política, no suena.
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