Por Salvador Hernández LANDEROS.
Andrés Manuel López Obrador es el presidente de México, pero no ejerce como tal. Elude el cargo y la responsabilidad de velar por los intereses de la Nación.
Está primero su megalomanía. Confunde su deber como presidente de los mexicanos, con la de un “campañero” guiado con soberbia y ambición de poder.
Aún no se sienta en la silla presidencial. Sus 20 años en campañas políticas no lo han alejado de esa práctica. Y seguirá así, porque no sabe ser presidente.
López Obrador no se preparó para la presidencia. En los años en campaña aprendió a perder, nunca a ganar. El triunfo en la elección del 18 lo sorprendió.
Él y sus asesores deben estar muy conscientes de lo que les esperará en el 2024 en caso de integrar en el gabinete a jóvenes políticos y visión diferente.
Andrés Manuel no va a arriesgar su patrimonio político por alguien que no le va a redituar dividendos positivos. El seguirá en su campaña mañanera.
El presidente, que no es, después de las recientes elecciones, ya tanteó el agua a los camotes de cómo se la gastaron en los Estados donde perdió terrenos.
Si piensan que va a cambiar su forma de lo que él llama gobernar, están muy equivocados. Inteligente no lo es, pero está bien curtido en mañas políticas.
En los casi tres años que lleva en el cargo de presidente, ya encontró la forma de llamar la atención. Su mayor preocupación sería el no captar la atención.
Si los medios lo ignoraran y no acudieran a sus “mañaneras” y tampoco le publicaran ninguna de sus declaraciones, él entraría en pánico.
Insisto, el presidente no ejerce como tal, pero no es torpe. ¿O sí? ¿Ustedes creen que va a dejar de hacer campaña día a día en su mañanera?.