Por Salvador Hernández LANDEROS.
Conducir hoy cualquier vehículo de motor por avenidas y calles metropolitanas, es un riesgo que se compara con una jungla llena de animales salvajes.
Todos los días ocurren percances viales, sangrientos y costosos. Se involucran en ellos la falta de pericia, velocidad inmoderada, alcohol y las drogas.
No faltan tontos que atribuyen como causa de percances, a la lluvia, pavimento mojado, resbaladizo, poca visibilidad, pero nunca a la imprudencia.
Los percances no son culpa de los baches. Éstos no conducen. Tampoco la lluvia ni lo resbaladizo del pavimento. Es la irresponsabilidad del conductor.
No se respetan los límites de la velocidad. Constitución, Morones, Garza Sada y otras, son avenidas de circulación continua, no pistas de carreras.
Hay que agregar el irritable humor del conductor de automóvil, chofer de camión urbano o, de más riesgo, sujetos armados perseguidos por la policía.
La forma en que se conduce un vehículo en la zona metropolitana y carreteras que conducen a ella es un tema recurrente en noticias y reuniones.
Un factor importante de peligro en esta jungla metropolitana, es el nulo respeto por el reglamento de tránsito. Semáforos en rojo y vuelas prohibidas.
Los alcaldes tienen su responsabilidad, pero no nos hagamos. Ellos diseñan obras con costo y beneficio para sus bolsillos, no para resolver vialidades.
Las zonas de vialidad las construyen, principalmente, pegadas a las zonas comerciales, de diversión, o industriales. ¿Para quiénes son los beneficios?
Entre conductores, quienes no usan cubrebocas (califíquenlos como quieran) y los sicarios de la droga, si no hacemos algo, van acabar con la población de NL.